Esto nos puede sonar increíble, pero es cierto… El mismo Cristo es el que nos invita –y con una insistencia inusitada- a que “molestemos” con nuestra oración a su Padre, que también es nuestro. Y que lo hagamos tanto, que él se vea obligado a concedernos lo que le pedimos, con tal de que dejemos de “molestarlo”.Ahí está para no dejarnos mentir, el evangelio de hoy:
“Yo les aseguro que, aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo, por su molesta insistencia, si se levantará y le dará cuanto necesite”.