En el video viral de youtube que retiene los últimos siete minutos de vida del buzo ruso-israelí Yuri Lipski, el rojo y el púrpura bañan la superficie del mar cuando penetran por el filtro de su lente. Se escucha el movimiento seductor del agua golpeando suave contra su cuerpo y sus inhalaciones, a través de la máscara, mientras se prepara para sumergirse. En el vaivén de la cámara se distinguen tres cuerpos humanos, tres verticalidades suspendidas bajo el agua como volcanes en espera de la última inmersión de Yuri. Sus cuerpos desprenden burbujas que dibujan la misma figura que la humarada de un cráter.
Los tres cuerpos antes suspendidos se alejan en dirección opuesta a la de Yuri, que va camino a la inexistencia. En la pantalla sólo queda el azul entintado con haces que parpadean amarillo. El azul se torna más oscuro, una serie de partículas empiezan a disparar contra la cámara, cada vez más partículas, cada vez más rápidas. La imagen es bella, parecen estrellas transportándolo a otra dimensión pero el final está cerca y va a ser aterrador. Yuri y México tienen algo en común.
El buzo murió de narcosis de nitrógeno en uno de los lugares más peligrosos para bucear: un agujero azul. El agujero es una cueva submarina y vertical, de paredes empinadas y de aguas anoxias. La RAE define la anoxia como un estado de falta casi total de oxígeno en la sangre o tejidos corporales.
Los agujeros azules son como el sistema político mexicano: un barranco empinado donde la luz solamente alcanza la superficie, reino de aguas anoxias. México vive en un estado en que la falta de oxigeno asfixia las células de su organismo y desfavorece la vida. El tejido, dañado hasta la médula, es el mismo tejido que da a luz a la impunidad, a la corrupción y al nepotismo.
México y su sociedad son como Yuri: ingenuo, imprudente e irresponsable o a lo mejor atrevido, valiente y soñador. Como sea, México es el cuerpo a la deriva, el buzo perdido que sufre de la narcosis que lleva a la confusión y a la locura que hizo a Yuri desprenderse de su equipo y entregarse al abismo del agujero en lugar de intentar nadar de vuelta a la superficie.
México narcótico como Yuri. La narcosis de nitrógeno lleva a la pérdida de objetividad, a la incapacidad de actuar racionalmente a la desorientación y mala coordinación. El sitio PADI Divers alerta: “En sus formas más graves, el buzo empieza a sentirse invulnerable y a descuidar las normas de seguridad básicas del buceo. (…) Se han dado casos de buzos que se quitan la máscara y aceleran su descenso a profundidades excesivas. Generalmente el buzo que padece esta condición no es consciente de la misma, es incapaz de juzgar el riesgo de su condición.” México a la deriva, descendiendo aceleradamente sin control, inconsciente, aturdido.
La cámara se sumerge con Yuri, desde arriba la luz entra como una nube roja encarnada en el agua, rompiendo el quieto azul del mar. Las estrellas dejan de llover a Yuri y logra tocar una superficie rocosa, voltea a ver su reloj: en un par de minutos una corriente lo llevo a 91 metros de profundidad bajo el agua. Se escuchan rechinidos que podrían ser gritos de horror. intentos desesperados por respirar o ambos. Se escucha al buzo desprenderse del tanque, del traje, de la cámara y se aleja, entregándose a la negritud profunda del mar. La cámara como el cuerpo: a la deriva. La última imagen es una espesa nebulosa anaranjada.
Esos tenebrosos rechinidos son los 43 de Ayotzinapa o la decapitación de Aidé Nava González en Guerrero, la nebulosa es Medina Mora en la Suprema Corte a pesar de la petición firmada por más de 50, 000 ciudadanos o el intento por anular el espacio de Aristegui. México va, como Yuri, a la deriva en un profundo azul fatal.
Colaboración de Yamel Thompson
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