Con la colaboración del Mtro. Luis AngelArgüelles
¿Quién puede decir que no ha sido humillado, ofendido, lastimado alguna vez en su vida? Incluso, el agresor es generalmente gente muy cercana (familiar o amigo) ¿Quién no ha sentido alguna vez en su existencia deseos de desquitarse o sentimientos de venganza? ¿De haberse realizado dicha venganza cuáles habrían sido los resultados? Pero como dice el proverbio “si quieres ser feliz un instante, véngate; si quieres ser feliz toda la vida perdona”.
La decisión está en tus manos
Sin duda existen falsas concepciones del perdón:
· Perdonar no es olvidar.
· Perdonar no significa negar.
· Perdonar no puede ser una obligación.
· Perdonar no es humillarse.
· Perdonar no exige renunciar.
El perdón requiere que tengamos en cuenta los elementos siguientes:
· El perdón comienza por la decisión de no vengarse.
· El perdón requiere interioridad.
· El perdón apuesta por el valor del ofensor.
· El perdón es un reflejo de la misericordia divina.
¿A quién hay que perdonar?
· Perdonarse a sí mismo
· Perdonar a los demás.
Las personas interesadas en profundizar, pueden consultar en la red digital, el libro ¿Cómo perdonar? Perdonar para sanar, sanar para perdonar, de Jean Mounbourquette. La dirección es:
https://sites.google.com/site/ycomoperdonar/primera-parte
“Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”.
“Si dos de Ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo….
v Por ejemplo, si papá y mamá se ponen de acuerdo para rezar juntos, todas las noches, por cada uno de sus hijos:
-por el mayor, que va a la universidad, pero ya no va a Misa ni a la iglesia, y que en muchas ocasiones no saben ni a dónde va ni con quién va….
– por la de 17 años, que no sabe qué hacer con sus 17 años…..
-por el adolescente que en uno de sus pirotécnicos enojos se fue de casa y ¡sabe Dios qué andará haciendo!…
v Por ejemplo, si la mamá y los hijos rezan todas las noches por papá, a quien todo lo relacionado con la religión lo tiene muy sin cuidado…
YO LES ASEGURO QUE MI PADRE CELESTIAL SE LO CONCEDERA”
Para no chantajear a Dios
Una persona reza por la curación de su hijo. Pasan los días. La enfermedad avanza. Al final, el desenlace tan temido: muere el hijo. ¿Para qué sirvieron tantas oraciones?
La lista de ejemplos puede ser enorme. Rezamos para que llueve o para que haga sol, para que termine la guerra o para encontrar trabajo, para superar esa pelea por la herencia o parra que un gobernante se convierta y busque la justicia en su pueblo.
Sino sucede eso por lo que rezamos, surge en muchos un sentimiento de desengaño. No faltan quienes llegan a enfadarse con Dios, o incluso a chantajearle.
Es entonces cuando hay personas que dejan de rezar, o de ir a misa, o de leer el Evangelio. Incluso en algunos lugares, la gente suprime la procesión del santo patrono, como “castigo” porque no se ha logrado este año una buena cosecha.
Este tipo de reacciones pueden ser señal de grave error: pensar que Dios deberá someterse a las peticiones humanas. En realidad, Dios es siempre libre y conoce lo que es mejor para todos, aunque no lo comprendamos muchas veces.
Por eso no tiene sentido pedirle algo a Dios, si creemos en Él, y luego “castigarlo” si no concede eso que le habíamos pedido.
La actitud correcta de quien reza desde la fe y la esperanza nos lleva a reconocer que los planes de Dios no son los nuestros, que no siempre sabemos pedir con una actitud humilde y confiada, o que en ocasiones pedimos cosas que no nos convienen.
Necesitamos recordar lo que nos dice la Escritura: “Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos –oráculo de Yahveh-. Porque cuanto aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los vuestros y mis pensamientos a los vuestros” (Is 55,8 9).
Además, si Dios no nos concede eso que pedimos insistentemente, es porque desea darnos algo diferente y mejor para nosotros. Nos cuesta aceptarlo, sobre todo cuando rezamos por un ser querido. Pero un día comprenderemos.
Mientras seguimos en el misterioso camino de la vida, tenemos que aprender a orar con sencillez, confianza y apertura. Sólo entonces nuestra oración será auténticamente cristiana, porque sabremos que, pase lo que pase. Dios está siempre a nuestro lado y da en cada momento aquello que más nos conviene.