YO SOY LA TOMA DE CORRIENTE Y USTEDES LA CLAVIJA
Claro que nuestro Señor no dijo esto, pero a final de cuentas conozco gente que tiene éxito profesional o con buena posición financiera pero vacias por dentro. Esto tiene una explicación simple y sencilla:
Lo que dijo en el evangelio Jesús fue que él era la vid y nosotros los sarmientos…es decir el es la toma de corriente y nosotros nomás la clavija.
Es que así como una lámpara no enciende, si no está conectada por medio de una clavija a una toma de corriente, así nosotros no podemos sentirnos completos, ni iluminar a nuestros hijos y a nuestros prójimos si no estamos conectados con él.
El gran problema de la educación de nuestros hijos, de una vida familiar llena de cariño y de servicialidad mutua, de una vida social de honradez y de preocupación por los demás, ¿no estará en que no estamos conectados con Cristo escuchando su palabra, alimentándonos con su Cuerpo y pidiéndole mediante la oración que nos ilumine y ayude?:
Es decir, para nosotros, papás y mamás, a quienes Dios nos ha encomendado de una manera especial pastorear a sus ovejas.
Todo depende del resultado que obtengamos después de examinar nuestra vida, atendiendo a las tres características del Nuen Pastor que nos presenta hoy el evangelio:
a) El buen pastor de la vida por sus ovejas
¿Nos “matamos” (que es otra”) forma de decir “dar la vida”) para que no les falte lo necesario a nuestra ovejitas? Y lo necesarios, caigamos en la cuenta, no es solamente el alimento, sino el cariño, el buen ejemplo, la preocupación por su instrucción religiosa
b) El buen pastor conoce a sus ovejas
¿Conocemos nosotros a las Nuestras? ¿Sus problemas, sus defectos y sus cualidades? ¿Convivimos con nuestros hijos para conocerlos?
c) El Buen pastor se preocupa por las ovejas que no son de su rebaño
¿Qué tanto nos interesamos por los compañeros de nuestros hijos? ¿Por los problemas y necesidades de nuestros trabajadores? ¿Por los de nuestros compañeros de trabajo?…
El padre Nuestro de Dios
Hijo mío, que estás en la tierra, preocupado, esperando…
Yo conozco perfectamente tu nombre,
Y lo pronuncio, santificándolo porque te quiero.
No, no estás solo, sino habitado por mi
Y juntos construiremos este reino
Del cual tú serás el heredero
Me gusta que hagas mi voluntad
Porque mi voluntad es que seas feliz,
Ya que mi gloria es que los hombre vivan en paz y gozo.
Cuentas siempre conmigo, y tendrás el pan de cada día; no te preocupes,
Sólo te pido que sepas compartirlo con tus hermanos.
Yo perdono todas tus ofensas, incluso antes de haberlas cometido.
Por eso te pido que hagas tú l mismo con los que ofenden.
Tómate con fuerza de mi mano
Para que nunca caigas en la tentación.
Yo te libraré de todo mal, porque tú eres mi hijo muy querido.
MARIA ESCOGIÓ LA MEJOR PARTE
Bueno, eso es lo que dice Cristo.
Nosotros, los cristianos, tenemos a veces una opinión muy diferente muy diferente con respecto a las personas que renuncian a los quehaceres del mundo para dedicarse a los quehaceres de Dios, como María, la hermana de Marta.
Cristo comentó elogiosamente la actitud de ésta: “María ha escogido la mejor parte”.
A las que se han decidido a seguir el ejemplo de la hermana de Marta, nosotros les dedicamos comentarios menos alentadores:
– “A quien se le ocurre!
– “Tan Joven y meterse de monja!
– “Todavía si fuera otra, pero ella, una muchacha tan linda… y a su edad!”
Y en cuanto está de nuestra parte, hacemos todo lo posible para que no elijan “La mejor parte”, sugiriéndoles que “lo piensen mejor” que “ninguna prisa corre”, que “también se puede servir a Dios aquí afuera….”
Y las vemos con cierta compasión, como si de veras fueran a sepultarse en vida, quizá sin saber nosotros que ese “sepulcro” resulta que por dentro no es tan “sepulcro”, que allí adentro se encuentra más alegría que afuera, que en lugar de morir en vida, allí se resucita a una vida más plena: a saber, una vida de sacrificio alegre, de entrega generosa….
Con razón Cristo dijo que Maria había escogido la mejor parte.
“SÁLVATE A TI MISMO Y A NOSOTROS”
Es decir, un Cristo y un cristianismo sin cruz.
Lo mismo que pedía uno de los crucificados con Cristo: el “milagrito” con el que soñamos sobre todo los cristianos de ahora, que queremos ser “cristianos”, pero sin tener que cargar con nuestras cruces: la cruz de la castidad prematrimonial y de la fidelidad conyugal, por ejemplo;
La cruz de los hijos
La cruz de la honradez (en un país en el que no da muy buenos resultados económicos que digamos)..
La cruz de atender a los padres ancianos o enfermos (o las dos cosas)…
La cruz de un hijo discapacitado
La cruz de un cónyuge “incomodo”…
La cruz de una enfermedad larga o dolorosa…
Ante un Cristo crucificado no cabe la petición del ladrón “malo”: “Sálvate a ti mismo y a nosotros”, sino la del “bueno”: “Cuando llegues a tu Reino (adonde Cristo ya llegó) acuérdate de mí” y échanos una manita con nuestras cruces.
Deja un comentario