Dos de mis amigos académicos dirigieron una experiencia construida sobre un juego de empresa. Los jugadores, todos estudiantes avanzados, se agrupaban en dos equipos de cuatro integrantes cada uno, elegidos al azar, y que desempeñaban diferentes papeles: director general, gerente de producción, gerente comercial y gerente financiero. El juego consistía en administrar una empresa simulada, maximizando una determinada medida de rendimiento. Antes de comenzar cada juego los conductores del experimento explicaban a los gerentes de finanzas cuales eran los criterios de decisión que conducirían al mejor resultado. Se les advertía, sin embargo, que no transmitieran la información a sus compañeros de equipo hasta que hubiera jugado un buen rato y que los conductores así lo indicaran. Debían decir, además, que habían logrado la solución por ellos mismos.
La amistad en el empleo.
Solamente muy pocos, entre los grupos que tomaron parte en el juego, aceptaron el criterio de decisión óptima que los gerentes financieros pretendían haber descubierto. Mis amigos los conductores quedaron asombrados con este resultado que no esperaban. Les sugerí que, quizás habría una mayor aceptación de la solución propuesta si hubiera elegido como director general a un estudiante que, en la vida real, fuera muy amigo del gerente financiero.
Se realizó una prueba atendiendo a mi indicación. La frecuencia de aceptación de la solución propuesta aumentó notablemente.
Los amigos son personas que conocemos, apreciamos y en las que confiamos. Estamos seguros que orientarán sus acciones a lo que consideran nuestro mejor interés. Por tanto, nos inclinamos a escuchar seriamente sus consejos.
Si un gerente debe tomar rápidamente una decisión, no seguirá ningún consejo que no provenga de un amigo. Podrá aceptar consejos dados por otros sólo si dispone del tiempo necesario para verificar su bondad, de lo contrario preferirá actuar de acuerdo a su propia intuición antes que escuchar a alguien que no considere su amigo.
Esta es la razón por la cual los mejores equipos ejecutivos son aquellos en cada integrante siente a los otros como amigos, independientemente de su jerarquía.
La efectividad de los consultores externos también depende fuertemente de las relaciones personales que sean capaces de establecer con el gerente para quien trabajan. Lo he podido observar en centenares de proyectos de investigación emprendidos por el centro universitario de estudios del cual formo parte: los mejores éxitos se dan cuando el responsable del proyecto y el gerente interesado son amigos íntimos. Interactúan socialmente tan bien como en el trabajo.
La amistad se establece rápidamente cuando se demuestra preocupación y consideración por el bienestar de los demás. Hay personas que tienen una gran capacidad para hacer amistades, pero nadie carece completamente de ella. Con buena voluntad podemos desarrollarla.
En la mayoría de las empresas es más fácil hacer amigos entre personas del mismo nivel que diferentes. Sin embargo, se puede hacer mucho para fomentar las amistades “verticales”. Cuando menos se diferencien los niveles por medio de prebendas y privilegios y cuanto más se aliente la formación de grupos de trabajo o la oportunidad de interacción extra-laboral entre personas de diferentes rango, tanto menor será la brecha a superar para establecer una amistad.
Todo ejecutivo que no puede contar entre sus amigos a su jefe, sus colegas, sus colaboradores inmediatos y sus consultores, opera con una desventaja que difícilmente puede ser remontada sólo con la capacidad profesional.
Chiste final:
Un hombre llega al cielo, pero para poder pasar se encuentra que hay que hacer una cola inmensa.
Al rato de llegar, le pregunta a uno que tenia al lado:
– Oiga, ¿ A qué se debe esta cola tan larga ?
– Ah, es que antes de entrar te preguntan que si estuviste casado o no.
– ¿ Y eso para qué te lo preguntan ?
– Porque si estuviste casado te dejan pasar al cielo sin ningún problema.
El hombre sigue esperando, y cuando finalmente le llega su turno, le interrogan:
– ¿ Ha estado usted casado ?
– Sí, tres veces, responde el hombre con orgullo.
– Entonces le dice el portero: ¡¡¡¡¡ Fuera de aquí !!!!!!
El hombre asombrado replica:
– Pero bueno, ¿ No me dijeron a mí que los que estábamos casados entrábamos al cielo ?
– Si, le contesta el otro hombre, pero los que han estado casados sólo una vez :
«Al cielo se entra por mártir no por pendejo ”.


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